Estaba vagando por el supermercado,
algo desganada, buscando algo de comida para cenar. Serían las
20.30h., y había poca gente por los pasillos. Entonces le vi. Nos
habíamos encontrado otras veces, pero no habíamos hablado nunca.
Empezamos un juego de miradas que
empezó a excitarme. Nos buscábamos de forma casi inconsciente,
escondiéndonos por los pasillos, sonriéndonos, encontrándonos como
por casualidad. Hasta que intenté coger una caja de cereales del
estante superior sin conseguirlo. Se acercó con rapidez, quizá
demasiada, estaba más cerca de lo que yo creía. Se puso detrás mío
y agarró mi cintura para alcanzar facilmente los cereales. Cuando lo
hizo, por el 'susto', di un paso hacia atrás y me pegué a él. Allí
estaba, imponente, su erección, esperándome, provocándome,
llamándome a gritos. Y con ese simple gesto, ambos supimos lo que
iba a pasar. Dejamos nuestras respectivas cestas de la compra
abandonadas. Colocó su mano en la parte baja de mi espalda para
dirigirme. Nos metimos en un cuartito al fondo, él utilizó la
llave, que estaba puesta, para cerrar y evitar que nos
interrumpieran.
Empezamos a comernos la boca con
hambre, tironeando de nuestra ropa, manoseándonos. Maniobró para
abrirme la camisa y sacarme las tetas del sujetador. Yo desabroché
sus vaqueros y le acaricié la polla por encima del slip. Bajó su
cabeza y empezó a lamerme los pezones mientras tironeaba de mis
pantalones para hacerlos desaparecer. Le ayudé y una vez que estaban
fuera, apartó mi tanguita negro y me metió un dedo. Mmmm qué
gustazo... Se la sacó con la otra mano y empezó a meneársela.
Aparté sus manos y me arrodillé frente a él. ¡Quería probarla!
Por fin tenía su polla para mí, y no
se andó con tonterías, me la metió hasta la campanilla y empezó a
follarme la boca como un loco. Los sonidos de chapoteo se escuchaban
en el cuartito como amplificados, y eso a los dos nos puso aún más
cachondos.
Paré sus movimientos poniendo mis
manos en su cadera y me puse de pie. Casi antes de haberlo hecho, él
me giró y me puso contra la pared, abriendo mis piernas con su
muslo. Sin esperar un segundo, me la metió hasta el fondo. Se agarró
a mis tetas, sin dejar de sobármelas, y empezó a embestirme sin
piedad. Ambos gemíamos y jadeábamos sonoramente. Escuchamos unos
golpes en la puerta y una voz preguntando quién estaba ahí. No
hicimos caso. Él siguió taladrándome con su polla y llevó una
mano a mi clítoris, frotándome a la vez que me decía que se iba a
correr. Me dejé ir con él mientras sentía sus dientes apretar mi
cuello. Su leche salió disparada dentro de mí, caliente, espesa,
quemándome por dentro, haciendo que me corriera por el morbo de
estar siendo follada por un desconocido. Nos recompusimos como
pudimos y abrió la puerta. Allí estaba la encargada, muy enfadada.
Él agarró mi mano y tiró de mí, entre risas. En el parking, nos
besamos y nos dimos el teléfono.
A veces, un aquí te pillo, aquí te
mato es más erótico que cualquier otra cosa.
¡Gracias por leerme!
Siempre vuestra,
Carlota.